Bien en el juego, mal en el resultado. Atlético mereció volverse con algo en el bolsillo de Córdoba, pero dos ráfagas de jerarquía individual de Talleres y alguna que otra falencia propia frustraron una vez más una excursión del “decano” a “La Docta”.
La victoria por 2-0 que le posibilitó al “matador” saltar a la cima compartida de la Liga Profesional resultó exagerada. Pero los goles son amores y el “Decano” careció de la efectividad que le sobró al local.
Tremendo ambiente. Con tribunas y plateas casi colmadas, el Kempes embanderado a pleno y el público albiazul dulce con este presente de éxitos de su equipo, en Libertadores y Liga.
Tardecita soleada y otoñal, con homenajes a los recientemente fallecidos Fabián Cancelarich y César Luis Menotti.
El más mimado en esa previa fue el talentoso Ramón Sosa, con destino probable en la Premier League y seguramente en una de sus últimas presentaciones ante su gente.
En ese contexto entre festivo y solemne, el “decano” había estado lejos de amilanarse. De hecho, si se hubiera tratado de un combate de boxeo, la visita se habría adjudicado por puntos una primera etapa que se jugó como quiso Facundo Sava.
Pero claro, en la última instancia, pasados dos segundos de los dos minutos añadidos por Nazareno Arasa, la “T” impuso su mayor jerarquía individual. Rubén Botta, desaparecido hasta entonces, hizo de prestidigitador, amagó por aquí y soltó por allá, por donde llegó profundo Gastón Benavídez.
El lateral tiró a la carrera un centro bombeado para que Sosa, quizá uno de los dos o tres mejores jugadores en la actualidad en el fútbol argentino, saltó más y mejor que su marca, Renzo Tesuri, y cabeceó como indican los manuales, al palo por donde llegó la asistencia para dejar inerte a Tomás Durso y desactivar el intento vano de despeje sobre la línea de un jugador visitante.
Fue una picardía, una pena para un Atlético que había maniatado a su rival y que colectivamente había sido superior. De hecho, salió a presionar alto y pronto dejó al desnudo algunas falencias defensivas del equipo de Walter Ribonetto.
En el primer cuarto de hora, la visita amenazó en un par de ocasiones, a través de Tesuri, de Mateo Coronel, de Joaquín Pereyra… Y el zaguero Lucas Suárez salvó in extremis un par de situaciones peligrosas.
Pero “la” chance fue aquella que dilapidó Mateo Bajamich (un poema la asistencia al espacio de Pereyra) sólo frente a Guido Herrera, pisando los 20 minutos.
El juego directo del equipo de Sava daba frutos, aunque no en el marcador. Y para entonces Talleres ya había descubierto que el talón de Aquiles de Atlético estaba en el sector izquierdo de su defensa, donde con facilidad el anfitrión doblaba a Juan Infante, sobre todo antes de la salida por lesión de Gustavo Bou.
Por ese sector, Benavídez sacudió la parte exterior de la red, en la única clara de la “T” antes de romper el cero.
Pero en resumen, la marca encima y escalonada dispuesta por Sava sobre Sosa estaba dando resultados. Y lo escrito, Botta no aparecía. Con orden e inteligencia, Atlético neutralizó a su contrincante.
Eso durante los 45 minutos iniciales, no en el tiempo de descuento. Quizá entonces el “decano” pecó por no enfriar el juego, por no hacer lo necesario para que al intervalo se fueran en cero.
Y al gol psicológico de Sosa, se le sumó el pronto mazazo del tanto de Bruno Barticciotto con participación “estelar” de Durso, apenas iniciado el complemento.
Por un rato, Atlético estuvo “groggy”, a merced del tercero de Talleres. Pero la visita no se resignó, resultó oxigenada con los ingresos a falta de media hora de Nicolás Castro, Justo Giani y Marcelo Estigarribia. Y entonces merodeó el descuento en varias oportunidades, incluidas un par en las que emergió Herrera como el gran arquero que es.
El “matador” terminó siendo más en ambas áreas, donde se decide la cosa. Y con eso le bastó. Atlético no pudo repetir la alegría de una semana atrás ante Boca, aunque volvió a mostrar síntomas de mejoría en relación a sus prestaciones en la pasada Copa de la Liga.
El equipo de Sava deberá seguir creciendo.